Coronas - Entrevista Obispo

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El Obispo-Prior, D. Juan Hervás y Benet.

Don Juan Hervas y Benet, en una entrevista realizada por Cecilio López Pastor, y publicada en el diario “Lanza” el domingo 2 de abril de 1967, dice lo siguiente de la nueva corona: “Ayer estuve en los talleres del señor Puigdollers, y vi tan adelantados los trabajos de la Corona y del “rostrillo” de la Virgen, así como de los de la graciosa Corona del Niño; vi la obra de cincel y repujado, y las alhajas y joyas para el ornato de la coronas –ya todo preparado para su montaje- que todavía me duran la admiración y el entusiasmo. He podido comprobar que el orfebre ha trabajado no tan sólo como profesional, sino como devoto. ¡Había que oírle y verle! 72 joyas, con un promedio de dos tuercas por pieza, y unas 450 horas de taller, sólo para preparar el montaje de las joyas. Verdaderamente, el orfebre señor Puigdollers ha sabido distribuir las joyas con arte exquisito. Pero además del arte, hemos visto amor en su trabajo, amor a la Santísima Virgen. ¡Hasta dos magnificas amatistas que han sido adquiridas por el orfebre en París, y donadas para la Corona como aportación personal de su devoción!
¿Resulta hermosa la corona?
¡Hermosísima! Perdone, si parece que exagero un poco, pero no creo que me ciegue el amor y que mis afirmaciones no sean exactas. Ya sabe que la Corona de la Vírgenes de forma imperial, muy característica de la Virgen del Prado. Las joyas han sido dispuestas y combinadas de tal manera que los donantes las puedan reconocer a simple vista; y están colocadas tan acertadamente que parecen hechas a propósito con la finalidad de enriquecer y embellecer las Coronas y el “rostrillo”. Queda destacado el amor de los Obispos que se han sucedido en la sede cluniense, los cuales aportan sus cruces pectorales y sus anillos. He llegado a sentir hondamente la tierna devoción de los piadosos donantes que, a lo largo del tiempo y en nuestros días, han querido dar a la Virgen lo mejor que tienen, las alianzas de su amor, las joyas que marcaron la cumbre de los principales acontecimientos familiares, sus recuerdos más entrañables… Todo les ha parecido poco para su Madre. Y en realidad ¿quién mejor que Ella, que es Madre de Dios y Madre también de todos los hombres, puede ostentar lo que los hombres más aprecian de la tierra?
Sus palabras señor Obispo me hacen pensar en un interesante anecdotario de amor a la Virgen del Prado.
Si, ciertamente. El anecdotario es tan rico que no hay palabras humanas que lo puedan recoger. Muchas cosas, grandes cosas ocurren y se desenvuelven tan sólo en el secreto más íntimo de los corazones. Pero aquí y allá se pueden sorprender algunos detalles. Todos los días, gota a gota, van llegando a las oficinas del Obispado y al cepillo de la Catedral, los donativos de los fieles. Todos, pobres y ricos, cada uno según sus posibilidades, van ofreciendo el testimonio de su devoción y todos coinciden en un mismo sentimiento de amor a Nuestra Señora. Hoy mismo me ha conmovido esta escena. Bien de mañana, a una hora desusada, una mujer ha acudido a las oficinas todavía cerradas del Obispado. Alguien ha acudido a sus llamadas. ¿Qué desea? Venia porque ayer dejé aquí mi donativo para la coronación y me tomaron mi nombre. Pero no tomaron el de mi difunto marido. Quiero que conste su nombre. El hubiera dado más, pero por lo menos que ponga ahí que lo doy en sufragio suyo, porque era muy devoto de Nuestra Señora… Sin duda esta mañana se han dibujado dos sonrisas de gratitud en el Cielo. La de Nuestra Señora y la de su fiel devoto. Otro día se presentó en la sala de visitas un ciego, que vende cupones en nuestras calles. Trae unos pendientes de oro. Son de su mujer. ¡Pero él y su mujer quieren colaborar a la Coronación de la Virgen! No quieren dar sus nombres. Solo quieren que conste su amor. Una ciudarrealeña que vive fuera, lee en un periódico de Madrid la noticia de la próxima Coronación de la Virgen del Prado. ¿Cuál será su aportación? Es viuda y no abunda en dinero, pero quiere hacer algo… ¡Ah, sí! “El” apreciaba mucho un alfiler de corbata, que solamente lucía en las grandes fiestas. Es de oro y tiene un gran brillante. Lo envía por medio de una sobrina suya residente en Ciudad Real. En el recibo que se le entrega, se hace constar la aceptación condicional, pues la corona ya se está haciendo. La joya es enviada al orfebre, y ¡gran sorpresa! Se trataba de un diamante de gran categoría, que ocupará un lugar muy destacado en la corona. Una pobre mujer ha querido entregar lo que tenía: un juego de pulseras y brazaletes que su padre le trajo de Marruecos y que a ella le recuerda tantas cosas bellas de tiempos lejanos. ¿Su nombre?, le preguntaron. No importa. ¡Basta que lo conozca la Virgen! Perdone no me extiendo más, pues habría mucho que decir, Y perdonen también los donantes si no recojo más detalles de tantos rasgos de amor y generosidad como en estos días, calladamente, como solo sabe hacerlo el que ama de verdad, se están dando en Ciudad Real.

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