Virgen del Prado - Visita de los Reyes VI

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 "A S. M. el Rey don Alfonso XIII, Gran Maestre de las Ordenes Militares de Santiago, Calatrava, Alcántara Montesa, eleva este humilde mensaje el Deán y Cabildo de la Santa Iglesia Prioral del Coto Redondo establecido en Ciudad Real. SEÑOR: Al corresponder este Cabildo Prioral al inmerecido honor que le habéis dispensado, visitándole en calidad de Gran Maestre de las Ordenes Militares, no podía contentarse con la participación gustosa que le ha cabido en las manifestaciones de público regocijo con que esta región, de antiguo conocida por su castiza y clásica hidalguía, y señaladamente la regia Villa fundada por el más sabio de vuestros ilustres antecesores, acogieron siempre la visita de sus Soberanos. Bástanle asimismo a otras Corporaciones similares, llegadas tan solemnes ocasiones, aquellas pruebas de respeto y simpatía que demanda los sagrados vínculos que por rigurosa ley de conservación han de existir entre los servidores del Altar y el Trono. Pero esta Institución, Señor, grande con la grandeza que le da su nobilísima cuna, singularísima y sola por su carácter y representación en vuestra España, si que también en todo el Orden Católico, pide de parte de los encargados de sostenerla en su augusta ancianidad velado por su realeza y prestigio histórico, algo más alto y profundo, más especial y significativo que a los ojos de Vuestra Majestad aparezca y pueda y deba traducirse como elocuente testimonio de acendrada gratitud, lealtad acrisolada, adhesión incondicional y amor puro y sincero hacia Aquel que, trocando al acercarse al pórtigo de esta su Iglesia, el cetro y la corona del Rey, por la ruda y tosca investidura del guerrero - monje, viene a postrarse a los pies de la suprema potestad del Cielo y Tierra, ocupando el puesto de honor que por derecho propio le corresponde en concepto de Gran Maestre de las Cuatro Ordenes Militares de Santiago, Calatrava, Alcántara y Montesa. -Al mejor cumplimiento de un deber, por todos títulos sagrados, obedece, Señor, la presentación de este humilde mensaje en el que quisiéramos interpretar vuestros augustos deseos, de conformidad con el linaje de sentimientos que lo inspiran; sentimientos que brotados espontáneamente al hervor producido en el alma por la lectura de esas páginas de oro donde viven coronados con la aureola de la inmortalidad tantos milla-res de héroes, de santos y sabios que, sin dejar de ser en todo tiempo el brazo derecho de la Monarquía española, dieron con usura días de inmarcesible gloria a la Religión y a la Patria, renacen, se agitan y se agrandan ante el grato recuerdo del que, acomodando sus loables empeños a las duras exigencias del momento, llevó a feliz cima, tras honrosas negociaciones con el Supremo jerarca de la Iglesia, la actual organización del Coto Redondo. Porque, aun a costa de apenar Vuestro regio ánimo será bien consignar cómo decretada abirato por desatentado poder enemigo de vuestro trono la muerte de esta Institución secular, un Rey joven y animoso como Vos, de corazón magnánimo, de valor rayano en la temeridad, llamado del destierro por la aclamación unánime del pueblo y el Ejército, dedica afanoso sus vigorosas iniciativas y primeros solícitos desvelos a la obra de sacar a nueva floreciente vida la que fue cadáver entregado a las burlas y profanaciones de mal velada piedad. ¡Qué destino tan providencial, Señor, el de estas esclarecidas milicias, y qué misión tan sacrosanta la cumplida por el augusto padre de V. M

Así engarzados como diamantes en áurea corona los girones esparcidos de feudal poder, volvieron al regazo de la madre Patria recobrando su perdida personalidad, amparados y protegidos en su doble vida espiritual y terrena por el Trono y el Pontificado. Justa ha de parecer ante los inapelables fallos de la Historia tan valiente reparación, y sabia y plausible fue además la idea de erigir en el solar elegido por el ilustre hijo de San Fernando para asiento de su Real Villa glorioso e imperecedero monumento que, a la vez que recordara a las futuras generaciones el postrero destino de tanta grandeza, sirviera de mansión y de lugar sagrado donde reposaran al abrigo de los guardianes del templo las cenizas aventadas por el soplo de una revolución malsana v descreída. Porque aquí, Señor, en este suelo que os habéis dignado honrar con vuestra real presencia, en la capital como en las vastas llanuras de este territorio, campo abonado para las caballerescas excursiones del Manchego Hidalgo, que el Príncipe de nuestros ingenios tuvo el honor de inmortalizar llevando el nombre español al destino confín del mundo civilizado; se respira todavía a través de ruinas veneradas el saludable ambiente que dejaron los defensores de la independencia nacional, aquellos que, apostados en los ásperos desfiladeros de Sierra Morena, hicieron frente cien veces al paso de los Muslimes, sacando triunfantes, a una, el lábaro de la Cruz y la bandera de la Patria. - Calatrava la Vieja y Calatrava la Nueva con los restos de sus formidables castillos sobre los que aún se destacan erguidas desafiando el huracán de los siglos las Torres del Homenaje, Almagro con su palacio maestral, Montiel, Salvatierra, Malagón, las Guadalerzas, Miguelturra, Alarcos, las Navas de Tolosa, denuncian con sublime elocuencia a los hijos de esta vigésima centuria, lo que fueron en su ayer las ínclitas y valerosas Ordenes Militares. ¿ A qué proseguir por este camino molestando la soberana atención de V. M. ? Estrecho y pobre este sagrado recinto para encerrar el cuerpo de tan gran gigante, triste y dolorosa impresión ha de apoderarse de vuestro real ánimo al visitar la Iglesia Prioral, acostumbrado como venís en las recientes excursiones giradas a los pueblos de vuestros dominios, a cruzar las anchas bóvedas de esas Catedrales góticas, preseas de lujo, joyas del arte en buena hora envidiadas por las naciones más ricas de la cristiana Europa. ¡Terrible contraste, Señor, entre la deslumbradora opulencia, timbres, blasones. ilustres ejecutorias de nobleza que ostentaron en sus mejores días y aún ostentan, en este vivir de ahora, esas aristocráticas milicias, y la pobreza y desnudez del templo escogido para custodia de tan altas remembranzas! ¡Cuánta distancia entre las suntuosas Basílicas que ofrece España a su egregio Soberano para rendir gracias a Dios de los ejércitos por !a prosperidad de sus viajes y la humilde Iglesia en que el Cabildo Prioral recibe al Gran Maestre de las Ordenes Militares! Llevad, Señor, la superior influencia de que disponéis como Jefe de Estado, al ánimo de vuestro Gobierno para que, en la medida que permitan los apuros y estrecheces del erario público, provea, si no a todas, siquiera a algunas de las más apremiantes necesidades que-a la hora presente nos rodean. Los gastos que exige la erección de la Iglesia Prioral se harán por el Gobierno de S. M. el Rey, dice a la letra en su artículo 17 el texto de la Bula "Ad Apostolicam" expedida por el inmortal Pío IX en 18 de noviembre de 1875, base única del derecho particular por el que se rige la Institución de este Priorato. Ya véis, Señor, que solo pedimos el cumplimiento de una ley solemnemente concordada entre las dos supremas potestades, ambas interesadas, llamadas ambas por altos destinos a robustecer y consolidar la obra de sus manos. Ciudad Real veintisiete de abril de mil novecientos cinco". "Señor a R. P. de V. M.-El Deán y Cabildo de la Santa Iglesia Prioral".

En el atrio de la Prioral fue despedido S. M. el Rey D. Alfonso con los mismos honores que a la entrada, recibiendo caluroso homenaje del numeroso público que llenaba el paseo del Prado.

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